(Dicen que esta historia es real, joven)
Todo empezó acariciando a su caballo favorito…
Sila se dio cuenta de que, semana a semana, se le iban cayendo los pelos de las crines.
Su adorado caballo.
Sila tenía todo lo que pudiera desear: Lucio Cornelio Sila, general del Imperio Romano, centro del mundo civilizado que mantenía a raya a los bárbaros y a los traidores al Imperio con mano dura y crueldad, si era necesario (y era famoso por ello).
Sólo tenía una debilidad: su amado caballo, que le había acompañado en todas sus victorias….
Pero el caballo ya empezaba a mostrar signos de la edad, había perdido el brillo de su pelaje, y se le caía algún pelo que otro.
Nada importante, pero a Sila eso le obsesionaba; cada vez que encontraba un pelo menos, montaba en cólera.
Así que mandó reunir a los mejores especialistas en caballos de todo el imperio, desde Hispania hasta la Capadocia, para que le dieran solución al problema.
Los especialistas examinaron concienzudamente al caballo, le empezaron a tratarlo con masajes, con ungüentos varios.
Como no funcionaba, probaban otra cosa, y otra más,
Y otra…
… Y debido a tanto tratamiento innecesario, al final el caballo pedió todo su pelo.
En Medicina, a esto se llama hiperintervencionismo innecesario, y está en contra del principio básico hipocrático de «Primum non nocere», o «Ante todo, no hacer daño», que debemos aplicar con nuestros pacientes.
No debemos subestimar el hecho de poder intervenir demasiado sin una indicación clara o basada en la evidencia.
El paciente que se hace demasiadas resonancias, que piden resonancias «por si acaso», donde a veces se ven imágenes equívocas, como un ligamento cruzado o un menisco roto, y que se somete a cirugías innecesarias para solucionar posibles problemas que no existen, o que pueden solucionarse solos, puede terminar como el caballo de Sila.
No todo se opera, no todo se infiltra, no todo se toca.