Ahora que estoy unos días fuera de casa , de nuevo (ya te puedes imaginar: charlas, cursos…), me vuelvo a dar cuenta de lo que echo de menos pequeños detalles que me hacen la vida fácil:
El tacto de mi bata viaja y gastada, la lecturas al sol en la terraza, el aroma en la cocina de un guiso casero…
Estas pequeñas cosas, insignificantes, que en el día a día no damos importancia.
No te ayudan a prosperar ni a auto-realizarte, ni a ser mejor persona.
Por eso no les das importancia.
Pero si eres capaz de SER en cada instante, podrás valorar cada pequeño detalle y experimentar momentos verdaderamente satisfactorios con cosas cotidianas.
Pequeños momentos de felicidad.
Cuando no puedes tenerla, una ducha con el agua calentita se convierte en algo realmente valioso…
Dicen que los daneses tienen una palabra para estos pequeños instantes de “mini-felicidad”.
“Hygge” los llaman, o algo así.
Dicen también que es por eso que, a pesar de tener un clima infernal, los daneses son de las personas más felices del mundo.
Bueno, el caso es, que si te estás recuperando de una operación, o estás en medio de un incómodo tratamiento que duras semanas o meses..
Tú también puedes encontrar consuelo si te centras en pequeñas sensaciones placenteras y las amplificas con tu atención plena.
Esto de la atención plena no es nuevo, ya que lo practicaban los griegos estoicos hace más de 2000 años (lo llamaban “prosoche”), y se ha practicado en el budismo Zen en Oriente durante siglos, centrándose en la respiración consciente.
Esto se redescubrió en los años ´70 y los jipis lo llamaron “Mindfulness”.
Pero es lo mismo: ATENCIÓN PLENA.
Puede que la felicidad no esté en la auto-realziación plena,
ni en conseguir grandes objetivos.
Puede que la felicidad esté en los pequeños detalles.
“Hygge”, joven (se pronuncia “Jiga”), o algo así.