Cuento Zen

Hola, joven.

Hoy te voy a contar un cuento chino.

O tibetano, tal vez.

Se llama “La taza ya estaba rota”.

Cuenta la leyenda que vivía hace mucho, mucho tiempo un monje zen (de estos calvos, con túnica naranja, que dedican su tiempo a meditar).

El caso es que este monje chino o tibetano sólo tenía una posesión, que valoraba mucho: una taza para tomar el té. Disfrutaba mucho esta taza y la usaba todos los días, y se la mostraba orgulloso a sus compañeros monjes tibetanos; en realidad era una taza de barro de lo más común y no tenía tonterías escritas de Mr Wonderful como la que tienes tú para desayunar, pero el caso es que el monje la disfrutaba mucho.

Es lo que tiene poseer pocas cosas, que se valoran más.

El caso es que cada tarde, después de tomar el té, el monje sonreía y se decía a sí mismo: “la taza ya está rota”.

Decía: “La taza ya está rota”. Y la limpiaba y la guardaba con sumo cuidado.

Pero ni siquiera los monjes budistas escapan a las leyes de la física, y un día la vieja taza se cayó y se hizo pedazos.

El monje no se apenó, sino que sonrió y se dijo: “La taza ya estaba rota”.

…..

Te dejo un minuto para que reflexiones (no, no vale mirar el wasap)

…….

 

Ese sentimiento que es una mezcla entre sorpresa, abatimiento y sensación de injusticia (“¿cómo me puede pasar esto a mí?”) cuando te ocurre una desgracia, que te inunda y sientes que te amarga la vida, podría evitarse si somos conscientes de que antes o después iba a pasar.

Igual que a nadie le provoca desolación la llegada del invierno, pues asumimos que va a llegar y el frío te helará los huesos y dejará los árboles sin hojas.

Pues, entonces,  a disfrutar del momento presente con lo mucho o poco que tengamos, joven.

Por lo que pueda pasar.

Por lo que sabemos que antes o después va a pasar…

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